¡Cómo echo de menos mi infancia! Mi única preocupación era
pasarlo bien. Me gustaba ir al colegio, hablar con mis compañeros, ir al
parque, merendar viendo la televisión. Cuando juagaba un partido de baloncesto
era como la final de la NBA. Cuando un amigo venía a dormir a casa, era la
mayor fiesta que podía haber. Tenía la mente muy abierta, mucho más que ahora,
era mucho más imaginativo, se me ocurría algo genial para hacer en cada
momento.
Y ahora, lo que suele ocupar mi mente es el futuro, me
organizo pensando en el día siguiente, en los exámenes. También en las notas, y
me preocupo porque no tengo ni idea de qué carrera hacer. Es un agobio ver cómo
pasan los días, y yo ni me entero, porque para mí pasan los exámenes, los
trabajos, los partidos de baloncesto. Viene mi familia a casa y apenas me
entero. Hasta cuando quedo con mis amigos pienso en eso a veces.
Todo esto, por no hablar de las cosas típicas que un
adolescente puede tener en mente (aparte de los estudios): problemas con amigos,
con mis padres, querer enterarse de todo y al final no enterarse de nada…
Hoy me propongo cambiar eso. A partir de hoy, no pasarán
los días sin que me dé cuenta. Quiero vivir el presente, cada minuto, porque
son minutos que ya no vuelven. Y luego me arrepiento de no haberlos aprovechado.
No quiero ser el que quiere que pasen los días, quiero ser el que no quiere que
acaben.